El lunes 1 de abril a las 18.30 hrs., la profesora Diana Aurenque (Universidad de Santiago) ofrecerá la conferencia inaugural del año académico del Instituto de Filosofía, titulada “’Se debe ser viejo para reconocer lo breve que es la vida’: la vejez como problema filosófico”, que también constituye una nueva fecha de la Cátedra de Filosofía Jorge Eugenio Dotti 2019.

La actividad se llevará a cabo en el Auditorio de la Facultad de Ingeniería, ubicado en Ejército 441, piso -1. Tal como el resto del ciclo, es abierta a todo público y busca fomentar el diálogo de la filosofía y el pensamiento político con la comunidad. Las próximas conferencias se llevarán a cabo los días 15 de abril y 27 de mayo, en el mismo lugar y a la misma hora, con exposiciones de los profesores Hugo Herrera y Wolfhart Totschnig, respectivamente.

Diana Aurenque es Doctora en Filosofía por la Albert-Ludwigs-Universität Freiburg de Alemania y Vicedecana de Investigación y Postgrado en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile. Es autora de los libros Die medizinische Moralkritik Friedrich Nietzsches: Ihre Genese, Bedeutung und Rezeption (“La crítica moral médica de Friedrich Nietzsche: su génesis, significado y recepción”, Wiesbaden: Springer, 2018) y Ethosdenken. Auf der Spur einer ethischen Fragestellung in der Philosophie Martin Heideggers (“El pensamiento del Ethos. Tras la pista de una cuestión ética en la filosofía de Martin Heidegger”, Freiburg i. B./München: Alber, 2011).

Además de varios artículos en revistas especializadas y medios de prensa, coeditó los volúmenes Nietzsche, Foucault und die Medizin (“Nietzsche, Foucault y la medicina”, junto a O. Friedrich, G. Assadi y S. Schleidgen, Bielefeld: Transcript-Verlag, 2016) y Medizinphilosophie oder philosophische Medizin? Ethische Beiträge zu Herausforderungen technisierter Medizin (“¿Filosofía médica o medicina filosófica? Contribuciones éticas a los desafíos de la medicina técnica”, junto a O. Friedrich, Stuttgart-Bad Cannstatt: Frommann-Holzboog Verlag, 2013).

-¿Por qué te interesó abordar la vejez como problema filosófico? ¿Cuál es su pertinencia para ti hoy?

Los temas o problemas que más he abordado últimamente se sitúan dentro del ámbito de lo que se llama la filosofía de la medicina. En ese contexto, estuve trabajando sobre medicalización, prevención, concepto de salud y enfermedad. Y luego de terminado el proyecto Fondecyt que tuve de Iniciación, que finalizó el año pasado, empecé a pensar en otros temas dentro de este enorme paraguas que es la filosofía de la medicina; ver cuáles están siendo más tratados a nivel internacional, nacional, y dónde creo que desde la filosofía se puede aportar. A veces hay muchos temas que son actuales, que son interesantes, pero que filosóficamente a lo mejor no son tan importantes.  Y una de las cosas de las que me di cuenta es que la filosofía ha tratado muchos temas que son difíciles, propios de la condición humana, como la muerte, la enfermedad mental, pero curiosamente la vejez ha sido un tema más bien marginal. Claro que hay antecedentes: Cicerón, Aristóteles, Schopenhauer y otros se refieren a la vejez, pero no es un tema que uno pueda decir que se encuentre en cualquier lexicón o diccionario filosófico. Eso ya me parece interesante, preguntarnos filosóficamente por qué la vejez es un tema que hemos marginalizado los mismos filósofos y a qué se debe esto.  ¿Es por el fenómeno mismo de la vejez? ¿Algo nos incomoda de eso? ¿O es solamente una cuestión arbitraria haber elegido otros temas? De ahí viene, yo creo, el interés.

-Además, la vejez de hoy no es la misma que vivieron otros filósofos. 

Claro. Por ejemplo la OMS, la Organización Mundial de la Salud, ha notado que con el crecimiento demográfico el tema de la vejez es cada vez más importante. Tiene muchas aristas, no solamente para la medicina, sino para la política pública; implica una serie de desafíos sociales y económicos, políticos, pero también éticos. Y de los grandes avances o de los temas interesantes que uno puede considerar sobre la vejez es todo el desarrollo a nivel de conocimientos biomoleculares, de los procesos de envejecimiento. Es interesante porque lo que más vemos en la gerociencia o de la biogerontología, que son nuevas ramas de la biomedicina, es que nos ratifican que la vejez por definición tiene una relación con acumulación de daños. O sea, cuando se está en la fase de vejez, la patología le es inherente. Ahí hay un tema importante, porque evidentemente la vejez es una fase más, pero pareciera ser que no necesariamente es un valor en sí, como nosotros a veces lo hemos recibido de la tradición: la manera en que las antiguas comunidades respetaban a los mayores, eran los sabios, había una forma de venerar la vejez que hoy en día ya no existe. Y la pregunta es si no existe por buenas razones, o por razones económicas, o porque, de poder, la deberíamos erradicar. Esas son las cosas que uno debería conversar. Y es complejo, porque efectivamente todos queremos vivir mucho, la permanencia en la existencia es una cuestión bien típica de los seres humanos, con un cierto bienestar desde luego, pero si un periodo de la vida ya está asegurado que va a traer una serie de daños, es quizás el momento de plantearse la pregunta de si es algo que queremos mantener o no. Y un concepto en particular, que se ha puesto muy de moda últimamente, es el de envejecimiento saludable. Este concepto es interesante porque pareciera indicarte que se puede envejecer de forma saludable, pero no se dice cómo. ¿Envejece saludable el que previene? ¿O el que envejece acompañado de la medicina? Ahí hay una ambigüedad de qué significa y si no es más bien una buena intención que una realidad.

-Hay una cita en el título de tu conferencia, “se debe ser viejo para reconocer lo breve que es la vida”, ¿de quién es?

Ese es un extracto de un aforismo de Schopenhauer, de sus Aforismos sobre la sabiduría de la vida. Me parece muy interesante porque muestra una relación que tiene la vejez con el tiempo. Es una frase que parece bien trivial, “hay que ser viejo para saber lo breve que es la vida”, pero por muy trivial que suene, justamente pone en evidencia que el gran tema filosófico acá es cómo uno habita el tiempo en la vejez. Y lo que yo quiero hacer en la conferencia es indagar, desde un acceso fenomenológico, cómo es la experiencia temporal del que envejece. Insisto, yo vengo de la escuela heideggeriana, tengo súper claro, al igual que más o menos todos los posmodernos, que el ser humano es siempre algo temporal, pero la forma en la cual se habita el tiempo en la juventud y en la vejez es bien distinta. Y tiene que ver con cómo uno está en el mundo, cómo uno ve posibilidades en el mundo, cómo uno está afectivamente en el mundo. Todas esas cosas me parece que es importante que los filósofos también las pensemos.

-Actualmente eres Vicedecana de Investigación y Postgrado en una Facultad de Humanidades. Conversando con Andrés Claro, me decía que, aunque hay un mayor presupuesto que antes –que en los años 80, 90– para la investigación, “la mayoría de esas becas y recursos están condicionados a un formateo discursivo que no solo es completamente ajeno a las humanidades, sino que neutraliza la tarea social del intelectual”. Quería saber qué piensas acerca de este formato en el que se está trabajando la filosofía y si crees que efectivamente neutraliza la tarea social del intelectual. 

Creo que en lo que él dice hay dos cosas. Una es el aumento del financiamiento a la investigación. A mí no me consta que sea así; me imagino que si lo comenta Andrés Claro será porque conoce el dato duro, yo no lo conozco. Lo que sí sé es que Chile es uno de los países latinoamericanos que menos invierte en general en investigación. Estamos hablando del PIB, del producto interno bruto; lo que invierte Chile en su investigación es mínimo, es muy poco comparado con países como Alemania, que aportan una gran cantidad de recursos para investigación, desarrollo tecnológico, pero también cultural, normativo, y por eso yo creo que les ha ido tan bien. Nosotros como país no tenemos un ítem presupuestario importante para desarrollar investigación. Ahora, efectivamente el número de becas, de personas que han salido, que se han perfeccionado, ha aumentado; el problema está en que, si bien mucha gente sale, como por ejemplo en mi caso, que soy una agradecida de la educación pública en todos los sentidos, por otro lado es difícil encontrar los espacios para insertarte y poder realmente ejecutar lo que aprendiste. En el caso de los científicos es más difícil aun, porque no tienen los laboratorios, la tecnología es cara. Nosotros no necesitamos grandes máquinas, pero acá los libros también son caros, tienen un impuesto que en otros lados no existe. Entonces también se hace difícil desarrollar investigación a primer nivel en esas condiciones.  Y yo creo que eso es lo que limita un poco la conexión que pueda tener el académico, el experto, con el espacio público, social, real. Y luego, en el caso de la filosofía, yo creo que, por lo menos si uno lo mira históricamente, la filosofía parte en el ágora, en el espacio público, con Sócrates ahí molestando, el tábano, pero el final es triste: lo terminan enjuiciando, él comete suicidio y de ahí en adelante se crea esta academia para proteger a los filósofos. En el fondo la enseñanza es: a los filósofos, si molestan mucho, los matan. Entonces el filósofo y las filósofas se resguardan en la academia como un lugar donde puedan desarrollar este pensamiento más o menos libre, autónomo. Esa justificación primordial es la explicación histórica de por qué se quedan ahí, pero luego creo que ha habido una comodidad también de parte de muchos filósofos, que se quedan en la torre de marfil hablando entre cinco personas temas técnicamente muy interesantes y que son importantes de trabajar, pero olvidan que la filosofía parte de todos lados; luego la sistematicidad, el rigor y el método se tienen que poder también incorporar, pero el origen del preguntar no tiene que ser solamente por la erudición o el detalle técnico. Si no, al final no hacemos filosofía, hacemos tecnocracia filosófica.

-En uno de tus artículos de prensa, a propósito de la comisión en la que participaste para proponer  contenidos curriculares para la asignatura de filosofía en tercero y cuarto medio, la defines como “el saber que, paradigmáticamente, expone y pone al descubierto estructuras, valores y contextos implícitos que silenciosamente articulan nuestra realidad”, ¿cómo se puede enseñar eso? No necesariamente eso es lo que uno aprende en el colegio, al menos hasta hace algunos años, donde se enseñaba más de historia de la filosofía, pero no tanto a filosofar.

Claro, esa es una de las grandes críticas que se le hace a los currículums de filosofía y por eso la propuesta curricular que se estuvo trabajando lo que quería era enseñar no tanto contenidos filosóficos, sino más bien enseñar a filosofar. Esa también es una gran pregunta en la filosofía, si se puede o no se puede, cómo se hace. Lo que yo más o menos pienso, y defendemos varios también, es que a partir de la realidad en la que estás inmerso, puede ser en tu escuela, en tu barrio, uno puede empezar a aprender cuál es la pregunta filosófica. Después viene el rigor, el método. Y luego tú en la historia de la filosofía puedes ver cómo otros filósofos vieron los mismos problemas y dieron respuesta a esto. Tú puedes decir: estas respuestas me acomodan o no, dónde fallaron, son ahora anacrónicas o no son pertinentes. Hay filósofos también que cada cierto tiempo se ponen de moda y luego se olvidan, eso pasa siempre con Hegel y Schopenhauer por ejemplo. Yo creo que lo más correcto es decir que la filosofía no es algo intocable, no es aprender de memoria, no es aprender las grandes teorías, sino cómo yo miro la realidad. Si algo uno puede enseñar como profesor es la actitud filosófica. Si la persona que aprende la actitud la quiere o no la quiere, la aprecia o no la aprecia, quiere quedarse ahí o no, ya es cosa de libertades individuales; algunos dicen “no soporto esto, la vida ya es compleja y no la quiero hacer más compleja” y está bien, pero yo creo que adentrarse en el cuestionar y no tomar todo por supuesto, esa es la actitud filosófica. Cuando uno dice: vivimos en democracia, donde todos los seres humanos somos iguales, bueno, hay que preguntar: ¿es tan así? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Y por qué las mujeres entonces salen a la calle ahora? ¿No éramos iguales? Se supone que desde la declaración de los derechos humanos somos iguales, entonces ¿qué pasó? Y ahí uno empieza a destrabar y decir: qué es un igual, qué personas son iguales, quién es persona y ahí te vas a un montón de capas de significado y teorías y entras a la filosofía dura. Pero yo creo que hay que partir desde los problemas, partir desde la realidad, ese es el lugar donde la filosofía parte.

-¿Y esa fue la propuesta que ustedes hicieron en la comisión?

La verdad, la propuesta curricular la estuvo trabajando la unidad de currículum anterior a la actual administración. Esa fue consultada, pero luego con la nueva administración esa propuesta se bajó y la nueva unidad de currículum decidió mantener el enfoque pero con contenidos nuevos, con el argumento de que el CNED [Consejo Nacional de Educación] muchas veces “observó” los contenidos de la propuesta anterior; sugiriendo incluso sacarla de la formación general. En ese contexto, a mí me tocó ir a defenderla también, defender la pertinencia de la filosofía en el currículum escolar de tercero y cuarto medio para todos los colegios: artísticos, técnicos y científico-humanistas. Fue una pelea que se dio y se ganó, la filosofía sí va a ser obligatoria.

-¿Y cuáles fueron los argumentos que defendieron para decir que todos los estudiantes necesitan estudiar filosofía? 

Los argumentos que nosotros usamos los pensamos muy pragmáticamente. Si nosotros decíamos los argumentos filosóficos, nos quedábamos entre filósofos y no ganábamos nada. Entonces la argumentación fue más bien de índole pragmático-educativa. La nueva Ley de Educación, en uno de sus artículos, creo que el 30, dice que todo estudiante secundario debe tener una formación sobre el sentido de la existencia, una cosa muy filosófica en la formulación, un objetivo que todos tienen que cumplir y es imposible cumplir sin filosofía. Ese fue el argumento de peso. No tanto si a la filosofía la respetan o no, si es un saber histórico, importante, no; fue una pragmática educativa. Si sacamos filosofía, incumplimos la ley. Por eso también es bueno cuando los filósofos bajan de la especulación. Pudimos generar una discusión donde hay avances. Si yo voy con argumentos filosóficos para defender la filosofía a personas que están preocupadas de calzar los horarios, no hay ningún tipo de conexión. En cambio, si vas con argumentos legales, dices: tiene que calzar. Pero luego el CNED objetaba las propuestas, aceptaba pero con reparos. Entonces el año pasado, la unidad de currículum nueva decidió mandar otra propuesta, siguiendo las coordenadas generales que había indicado CNED, pero con contenidos nuevos. Y ahí invitaron a una mesa de trabajo con académicos (con presencia de miembros de la ACHIF, la Asociación Chilena de Filosofía, como su presidente Patricio Mena, Luis Placencia y yo misma que también soy parte de la directiva, éramos seis o siete personas en total) y dos mesas de trabajo con profesores de colegio. Especialmente los que éramos miembros de la ACHIF hicimos mucho hincapié en que lo que sea que se trabaje tenía que ser bajado y consultado a la comunidad. Y sobre todo mostrado. No puede ser que un currículum de filosofía se decida entre cuatro paredes. Finalmente, la unidad de currículum no lo hizo. Conseguimos sí el año pasado que nos mandaran un archivo ppt con los contenidos más o menos generales de la propuesta. Eso nos dejó tranquilos solamente en la medida en que sabemos que el enfoque no es de contenidos. Porque a nosotros lo que más nos preocupaba es que hicieran una propuesta curricular donde de nuevo fueran Aristóteles, Kant,  cinco filósofos, los que componen la historia de la filosofía, que no son solamente cinco –por cierto, sin desmedro de la grandeza de esos cinco. Con eso matamos a la filosofía, sobre todo pensando que va a impartirse en colegios artísticos, colegios técnicos y colegios científico-humanistas. Y que la filosofía, insisto, no está representada solamente por cinco filósofos, esa es una forma en la cual se enseñaba la filosofía en Chile durante mucho tiempo, pero por suerte ya no es así.

[Texto: Andrés Florit
Fotos: gentileza Diana Aurenque]