La estudiante de la Universidad Diego Portales y la Universidad de Leiden defendió con éxito su tesis doctoral en Leiden, titulada "Phenomenology of death: Subjectivity and Nature in Husserl's genetic phenomenology" (“Fenomenología de la muerte: subjetividad y naturaleza en la fenomenología genética de Husserl”).

La tesis fue guiada por los profesores Ovidiu Stanciu y Bernardo Ainbinder, de UDP, junto al profesor Frank Chouraqui, de la U. de Leiden. El comité de oposición de la defensa estuvo compuesto por la profesora Susanna Lindberg (U. de Leiden), la profesora Sara Heinämaa (Universidad de Jyväskylä), el profesor Thiemo Breyer (Universidad de Colonia), la profesora Maria van der Schaar (U. de Leiden) y el profesor Rozemund Uljée (U. de Leiden).

Al salir de la defensa, Bernardo Ainbinder sostuvo: “Fue un trabajo extraordinario que tuve el honor de supervisar. El comité elogió enfáticamente su investigación y la defensa fue una verdadera muestra de discusión filosófica en vivo. En un mundo donde la investigación se ha convertido en una mercancía y los estudiantes de doctorado deben elegir temas de moda con alto impacto y fáciles de publicar para satisfacer las demandas del mercado académico, Celeste tuvo el coraje de comprometerse en una auténtica exploración fenomenológica del fenómeno de la muerte, en un trabajo complejo y difícil, pero excelente”.

A continuación, Celeste Vecino responde un breve cuestionario acerca de su investigación y sus años de estudiante doctoral:

¿Por qué te interesó el tema de la muerte como fenómeno problemático dentro de la tradición fenomenológica? Todo lo que ha pasado en los últimos años con la pandemia, ¿ha interpelado de alguna manera tus investigaciones filosóficas sobre este tema? ¿Cuál es la actualidad de la fenomenología en relación con lo que has investigado? 

Me interesó el problema de la muerte porque pone de manifiesto ciertas tensiones al interior de la fenomenología, como es aquella entre naturaleza y conciencia. Desde el marco de la fenomenología husserliana es difícil dar cuenta de una experiencia que, por principio, es imposible de atravesar, y que a la vez nos compromete existencialmente. A partir de ahí se puede seguir a la muerte como un hilo de Ariadna que atraviesa temas complejos y fundamentales para la fenomenología como son el cuerpo, la constitución, el tiempo, la reducción, etc. Eso es lo que he tratado de hacer en mi tesis.

Todos estos temas siguen siendo relevantes dentro de la tradición fenomenológica, pero hoy en día es especialmente importante volver a pensar las relaciones entre la naturaleza y la subjetividad, tanto para debatir cuestiones de salud como de ecología y sustentabilidad. Hasta ahora se ha planteado la cuestión en términos dicotómicos: ¿Somos parte de la Naturaleza o estamos fuera de ella? Pero es necesario ir un paso más allá en esta reflexión, y la fenomenología tiene mucho que aportar para eso.

Parece haber una comunidad muy activa en Chile en torno a la fenomenología. ¿Por qué crees que existe tanto interés en esta tradición y qué nos puedes compartir de tu experiencia al respecto?

Creo que el interés por la fenomenología en Chile se debe al trabajo que hicieron nuestros supervisores y maestros, que han logrado atraer a un grupo de investigadoras e investigadores jóvenes con ideas nuevas, y nos han dado la libertad de explorarlas. A partir de allí, el clima de diálogo e intercambio hizo lo suyo para continuar esta tendencia. Me siento muy agradecida de haber formado parte de la consolidación de ese grupo, y espero que hacia el futuro pueda crecer aún más.

Estudiaste Filosofía en Buenos Aires y luego hiciste tu doctorado entre la UDP en Santiago y la Universidad de Leiden. ¿Has visto cambios relevantes dentro del campo filosófico en estos años? ¿Cuál es tu visión del estado actual de la investigación y los estudios filosóficos desde Latinoamérica?

Uno de los cambios que experimenté durante los años de mi doctorado fue la creciente participación de mujeres y minorías en la academia, aunque todavía falta recorrer mucho camino. Por otro lado, la investigación es cada vez más nómade, y en ese sentido la pandemia ha sido por un lado beneficiosa (por el creciente uso de plataformas virtuales para los encuentros), pero por otro perjudicial (por las dificultades para viajar y la creciente desconfianza a las/os extranjeros). Para las y los jóvenes investigadores de hoy, la vida postpandémica todavía es muy incierta.