Conversamos con Raimundo Fernández Mouján, quien se incorpora este 2024 al Instituto de Filosofía UDP como investigador FONDECYT de postdoctorado.

Raimundo Fernández Mouján realizó sus estudios de Magíster en Filosofía en la Université Paris VIII y es Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Ha investigado principalmente la filosofía de Walter Benjamin y los fundamentos de la física cuántica. Su proyecto titulado «Benjamin y la física de su tiempo. Crítica de la modernidad y nuevas condiciones del conocimiento en la filosofía y la física de principios del siglo XX: Walter Benjamin, Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli y Erwin Schrödinger», patrocinado por el profesor Diego Fernández a través del Instituto de Filosofía, resultó seleccionado en la última convocatoria de proyectos FONDECYT de postdoctorado de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). Quisimos conversar con él para conocer más sobre sus investigaciones y prospectiva académica.

 

¿Puedes contarnos más sobre tu tema de investigación postdoctoral?

Es un proyecto que surge de poner en relación los dos temas de investigación a los que me dediqué en el último tiempo. Por un lado, tanto en mi tesis de master como en la de doctorado, me dediqué a trabajar sobre la filosofía de Walter Benjamin. Por el otro, durante los últimos años, y sobre todo mediante un trabajo interdisciplinario con otros investigadores (como el Dr. Christian de Ronde y el Dr. César Massri), trabajé cuestiones de filosofía y fundamentos de mecánica cuántica, poniendo bastante énfasis en las obras de algunos de los iniciadores de la teoría cuántica. Durante esas investigaciones paralelas fui descubriendo una serie de importantes relaciones entre el trabajo realizado, durante las mismas décadas, por un lado por Walter Benjamin al reflexionar sobre los parámetros para una filosofía “venidera”, y, por otro lado, por físicos como Heisenberg, Pauli y Schrödinger, enfrentados a la incompatibilidad entre las condiciones de la física clásica y los desarrollos específicos a la nueva física. Tanto uno como los otros encuentran insuficientes gran parte de los parámetros del conocimiento heredados de la modernidad, y se embarcan, durante los mismos años, en una tarea tanto crítica como propositiva que les permita articular las condiciones conceptuales propias a la nueva física y la nueva filosofía. Una tarea común, abordada desde puntos de partida diferentes, en la que encuentran múltiples y decisivos puntos de contacto. De esta manera, surgió la idea de llevar a cabo una investigación que, partiendo de las varias referencias en la obra de Benjamin a la física de su tiempo, pudiera sacar a la luz una serie de relaciones significativas con las obras de esos físicos de principios del siglo XX. Esto fue motivado principalmente por la impresión de que investigar estas afinidades podía permitir no sólo mostrar la profunda relación entre dos temáticas tradicionalmente no asociadas, sino sobre todo destacar una serie de precisas y significativas críticas sobre las condiciones del conocimiento heredadas de la modernidad (especialmente de la física newtoniana y las filosofías kantiana y cartesiana), que, creo, aún tienen una gran relevancia.

 

¿De qué manera la obra de Bemjamin se relaciona con los conocimientos sobre física de su tiempo y de qué forma es relevante considerar esto en el Siglo XXI?

Lo primero que hay que decir es que Benjamin escribe su obra en un tiempo de grandes revoluciones en la física, que ningún pensador de la época podía ignorar. El desarrollo de la teoría de la relatividad y, sobre todo, de la física cuántica durante las primeras décadas del siglo XX supone una crisis y una transformación radical en una ciencia que parecía haber alcanzado durante el siglo XIX una solidez definitiva. Una transformación que no se limita a proponer ajustes en los formalismos matemáticos, a reformular este o aquel aspecto de las teorías existentes, o a incorporar nuevas experiencias dentro del marco de la física anterior. Se trata, por el contrario, de una transformación que pone en crisis los fundamentos mismos de la disciplina. Hay una incompatibilidad creciente entre las condiciones fundamentales del conocimiento propias a la física clásica y las nuevas teorías. La discretitud implicada por la constante de Planck, el principio de indeterminación de Heisenberg, la superposición y el entrelazamiento, entre otros aspectos de la teoría cuántica, se muestran incompatibles con los parámetros fundamentales de la representación del mundo propia a las teorías anteriores. A Benjamin este hecho no le pasa desapercibido, y de hecho subraya explícitamente lo radicalmente diferente que es la imagen del mundo que nos presenta la nueva física. Esa nueva imagen Benjamin la asocia con varios de sus objetos de investigación privilegiados, como el profundo cambio en las condiciones de vida en la gran ciudad, las transformaciones en la percepción del ser humano, los cambios en las técnicas bélicas y artísticas, entre otros. Pero la referencia quizás más importante a la física en la obra de Benjamin está en un texto de juventud, dedicado explícitamente a reflexionar sobre el lugar lógico del experimento en la física. Es un artículo que Benjamin presenta como una adenda a otro texto, titulado “Sobre el programa de la filosofía venidera”, donde se dedica a revisar críticamente la filosofía kantiana y a pensar un programa para la filosofía futura. Y es sobre todo analizando estos artículos tempranos que encontramos directas relaciones con los desarrollos que, durante las mismas décadas, están llevando adelante algunos físicos como Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli y Erwin Schrödinger (así como en algunos aspectos Albert Einstein). Tanto en la necesidad de repensar el concepto de experiencia heredado de la Ilustración como en la necesidad de ir más allá de las condiciones kantianas del conocimiento, tanto en el esfuerzo por replantear la relación entre filosofía y física como en la importancia de dar cuenta nuevamente del lugar que corresponde a los conceptos y a la matemática en las teorías científicas, Benjamin, Heisenberg, Pauli y Schrödinger, presentan una serie de precisas y significativas afinidades que me propongo investigar. Y esto sobre todo porque parto de la hipótesis de que es analizando la relación entre la filosofía de Benjamin y la física de principios del siglo XX que se pueden articular algunas de la críticas más decisivas realizadas a las condiciones del conocimiento y la visión del mundo propias a una buena parte de la modernidad, así como extraer una serie de lecciones que aún guardan actualidad.

La relevancia que estas cuestiones pueden tener en el siglo XXI puede pensarse de varias maneras. Por un lado, creo que muchos de los parámetros para el conocimiento y la experiencia que estos autores se dedican a criticar todavía pueden encontrarse, más explícita o más implícitamente, funcionando en el pensamiento de gran parte de los físicos y filósofos contemporáneos. En este sentido, creo que muchos de esos argumentos críticos desarrollados por Benjamin y varios de los pioneros de la cuántica, tienen todavía gran actualidad. Por otro lado, creo que puede ser útil hoy en día traer nuevas fuentes filosóficas –como Benjamin– que no han sido demasiado consideradas en los debates en filosofía de la ciencia contemporánea. Sobre todo pensando en la mecánica cuántica, ya que se trata de una teoría física que, si bien posee un formalismo matemático consistente desde hace un siglo, todavía carece de conceptos adecuados que nos permitan entender la representación del mundo físico que implica. El estado del debate sobre la interpretación de la mecánica cuántica, donde vemos multiplicarse numerosas interpretaciones dispares e inconsistentes, parece en mi opinión requerir de un trabajo filosófico que pueda ir más allá de las fuentes e ideas consideradas en la filosofía de la ciencia actual. Finalmente, y en términos más generales, creo que todavía estamos lejos de haber agotado las lecciones que la obra de Benjamin ofrece a la filosofía contemporánea. Quizás por lo disperso y accidentado de su obra, creo que todavía no fueron totalmente reconocidas ni la estatura filosófica ni la profundidad de las transformaciones sugeridas en la obra de Benjamin.

 

¿Por qué has decidido realizar el proyecto de postdoctorado con auspicio por la UDP? ¿Has podido conocer el trabajo de los otros investigadores de postdoctorado y a los profesores?

La idea de realizar mi investigación en el contexto de la UDP surgió sobre todo del diálogo con el Dr. Diego Fernández (Investigador Patrocinante de mi proyecto), quien fue uno de los jurados en mi defensa de tesis doctoral. La posibilidad de trabajar con Diego en el Instituto de Filosofía de la UDP fue sin dudas una gran fuente de motivación. A esto se sumó el interés por las investigaciones desarrolladas por varios de los profesores e investigadores de postdoctorado de la UDP. Los trabajos del profesor Pringe sobre la relación entre la mecánica cuántica y la filosofía kantiana, los de algunos investigadores postdoctorales sobre cuestiones de kantismo y neokantismo, así como la presencia del Dr. Peter Fenves (el único académico que investigó sobre la relación entre Benjamin y la física de su época) como profesor visitante, me confirmaron que la UDP era un contexto más que interesante para desarrollar mi investigación.

 

¿De qué forma crees que la investigación académica en filosofía puede ser un aporte para el mundo en que vivimos y en particular para Latinoamérica?

Creo que siempre la filosofía tuvo una importancia fundamental en la vida de las sociedades. Su rol, a lo largo de milenios, en el surgimiento y desarrollo de las ciencias, en la concepción de las formas de organización de los estados, en la representación de nuestra relación con la naturaleza y la técnica, en la producción artística, por sólo mencionar algunos aspectos, es difícilmente cuestionable. Y quizás esta época sea una que necesite especialmente de la filosofía. Vemos nuevos desarrollos científicos que requieren de volver a pensar viejas cuestiones metafísicas y epistemológicas de una nueva manera, así como desarrollos tecnológicos que nos obligan a repensar en general la relación con la técnica. Vemos transformaciones políticas que parecen requerir que volvamos a las grandes preguntas de la filosofía política acerca de la organización de las comunidades humanas, así como elevados riesgos ambientales que obligan a replantear de otro modo la vieja pregunta por la relación con la naturaleza. En todo caso, creo que es una época que necesitaría que la investigación filosófica vuelva a encontrarse con ese carácter fundamental que le vimos tener en repetidas ocasiones a lo largo de la historia. Mi impresión es que muchas veces en Latinoamérica contamos con una libertad de maniobra respecto de ciertos hábitos de pensamiento que sugiere, por lo menos, un potencial interesante para abordar de forma original estas cuestiones fundamentales.