El Ciclo "La infancia sin edad, un lugar para habitar" comenzó este 16 de marzo y continuará los jueves 23 y 30 de marzo y 6 de abril, a las 18:30 hrs., en transmisión por Zoom y de forma presencial en Ejército 233, Sala 601.

El Ciclo de charlas «La infancia sin edad, un lugar para habitar», organizado por el Centro para las Humanidades en conjunto con el Instituto de Filosofía, ha sido motivado por la necesidad de fortalecer y dar continuidad a las reflexiones que actualmente se plantean sobre la infancia. En este sentido, el Ciclo busca proponer otra mirada para pensarla, cambiando de un eje temporal a uno espacial, es decir, como un lugar que se habita, al que se vuelve, desde el que se habla y también se piensa.

El Ciclo comenzó este jueves 16 de marzo con la primera exposición titulada «¿Qué es ser un hijo?» de Constanza Michelson, en formato híbrido y con entrada abierta a todo público. Del mismo modo, continuarán los jueves siguientes, en orden correlativo, los expositores Camilo Morales con «Infancia y Estado: representaciones de la niñez en las políticas de protección contemporáneas en Chile», Carlos Casanova con «Infancia y Hospitalidad. La hospitalidad como problema topológico», y finalizará con Aïcha Liviana Messina, quien expondrá «Aprender a hablar. La infancia como algo borroso del lenguaje».

Para profundizar en la propuesta del Ciclo y conocer más de cerca la propuesta de sus organizadores, hemos entrevistado a Luis Felipe Alarcón, coordinador del Centro para las Humanidades y a Aïcha Liviana Messina, expositora del Ciclo y directora del Instituto de Filosofía.

 


 

La propuesta del Ciclo de Infancia se plantea a través de un enfoque poco convencional: pensar la infancia, no ya a partir de un eje temporal, sino a partir de uno espacial. ¿Cuál es la relevancia de realizar este cambio de mirada y cómo puede ayudar a los estudios sobre infancia? 

Aïcha: «Los estudios sobre infancia hoy responden, entre otros, a la exigencia de pensar la infancia no como una dimensión carente (de madurez o razón, por ejemplo), sino a partir de la singularidad de la infancia. Los niños y niñas no son seres pasivos que no manejan el lenguaje o no son capaces de razones. Son más bien diferentes, tienen su forma de razonar, relativa a otra forma de experimentar los objetos del mundo y los otros seres. Trasladado en el ámbito jurídico, se busca pensar a los NNA no como objeto de protección, sino como sujetos de derecho. Esto, sin embargo, plantea un problema. ¿Qué significa aquí sujeto de derecho? ¿Este cambio de paradigma permite realmente pensar a los NNA en su diferencia o bien homologa la niñez con la adultez? Además, ¿qué criterio permite distinguir niñez y adultez? ¿Cuándo termina la primera y cuando inicia la segunda?

»Para pensar estos problemas, es interesante distinguir infancia y niñez.  La niñez supuestamente termina. Es una categoría ya jurídica. Esta se fundamenta sobre una idea de ser humano dotado de razón que hay que cuestionar. La infancia en cambio es algo más borroso, quizás algo más literario, pero entendiendo aquí por literatura algo que nos saca de los ámbitos seguros, bien delimitado y que nos cuestiona desde afuera. La infancia retorna, nos habita, quizás incluso nos constituye. De alguna manera, la infancia es un horizonte, la niñez un periodo.

»Pensar la infancia como horizonte nos permite tal vez pensar más allá de la oposición entre adultez y niñez. Nos permite preguntarnos qué significa ser sujeto de derecho, incluso qué significa ser humano, formar o deformar razones.»

 

L. Felipe: «Es cierto que puede sonar extraño hablar de la infancia como un lugar y no como un tiempo, porque constantemente la asociamos a una edad. Las profesiones que se relacionan con el mundo infantil, por ejemplo, utilizan casi siempre delimitaciones temporales: las y los pediatras atienden a gente de hasta 15 años, en psicología infantil el límite es 14 o 15 y el mismo aplica para la sección infantil en las tiendas de ropa. Ahora bien, todas esas profesiones, todos esos oficios, productos, etc., se relacionan en realidad con niñas y niños, no con la infancia. Así como ningún científico ve la vida como tal en un microscopio, sino solo sus manifestaciones, por decirlo así, ningún niño, ninguna niña es la infancia. La infancia, en cierto sentido, es un conjunto de experiencias muy disímiles, muy diversas, prácticamente infinitas  que es difícil restringir a una edad, a un tiempo, y sobre todo si nos posicionamos desde el ya-no-ser-niños que nos habilita a tratarla como un objeto. La infancia no es, en este sentido, ni un tiempo ni un objeto, es una modalidad de la experiencia, un punto de vista si se quiere, y por eso la pensamos en una perspectiva espacial antes que temporal.

»Sobre la relevancia, creo que la filosofía, por ejemplo, siempre se ha interesado en el asombro. A veces incluso ha pensado que no hay filosofía sin asombro, y uno encuentra en muchos de esos textos una conexión directa entre el asombro y la actitud infantil que se identifica además con algo puro, inocente, y que el filosofo ha perdido pues ya no es un niño. ¿Pero qué pasa si no pensamos la infancia como un tiempo que ya superamos, si dejamos de verla con nostalgia y nos proponemos mirarla como ese conjunto de experiencias, de maneras de relacionarse con el mundo, con los objetos, con otras personas, incluso con las ideas y las palabras? Me parece que eso cambia la manera misma en que la filosofía se plantea respecto a la inocencia, al asombro, a la pureza. Recuperar la capacidad de asombro, entonces, no tiene que ver con sentirse niño otra vez, con retraerse en el tiempo o no querer ser adulto (todo eso seguiría pensando la infancia como un tiempo) sino en abrirse a otros modos de experiencia, posicionarse en otro lugar. Abrirse a esas posibilidades, me parece, no solo contribuye a expandir el campo de estudios sobre infancia, a plantearse nuevas preguntas, sino a relacionarse de otra forma con el mundo.»

 

 

¿Dos de los conferencistas de este Ciclo provienen de la psicología y dos de ellos de la filosofía, cómo consideran que la interdisciplina puede aportar a las reflexiones sobre la infancia?

L. Felipe: «Pienso que si se sigue la distinción entre infancia y niñez por decirlo así, si no se piensa ya la infancia como una edad, entonces la interdisciplinaridad no es solo un aporte sino una necesidad. Hay disciplinas o ramas, como la psicología infantil por ejemplo, que tiene como centro la niñez pero no hay ninguna disciplina que tenga como centro la infancia. Es solo en un largo diálogo entre disciplinas que algo así puede surgir, no necesariamente para hacer de ella un objeto al modo de las ciencias, sino para repensarla.

»En este caso, al tratarse de un ciclo breve, solo hay dos disciplinas pero me parece que son precisamente este tipo de cuestiones las que pueden abrir un trabajo interdisciplinario más profundo. No uno en el que cada quien tenga su parcela en el terreno del objeto y la ponga en común para hacerla más grande, o como si cada disciplina tuviera ya una pieza del puzzle y fuera cosa de juntarlas, sino un trabajo que se cuestiona precisamente a partir de la falta de respuestas, del reconocimiento de que aún no pensamos la infancia, en este caso.»

 

Aïcha: «Es cierto, las personas que participan en el ciclo vienen de distintas áreas: psicología, psicoanálisis, filosofía. La infancia plantea de partida un problema metodológico: ¿es la infancia algo que conocemos, o es algo que se nos escapa? Si pensamos los NNA desde su diferencia y no como seres carentes, se plantea el problema de cómo pensar esta diferencia. ¿Tenemos un concepto para esta diferencia o esta diferencia resiste la conceptualización?

»Pensar la infancia como algo que desborda la niñez pero que no es separable de ella (como algo espacial y no solo temporal) nos permite tal vez avanzar en este problema.  Para esto, creo que la pluralidad disciplinar no es solo algo que nos va a permitir tener más conocimientos. Al revés, creo que la idea de una «infancia sin edad», o de una infancia que no se reduce a la niñez, cuestiona cada disciplina en sus prejuicios, en las formas reductivas desde la cual abordan los temas relativos a la infancia o a la niñez. Por cierto, la pluralidad disciplinar es un aporte fundamental. Desde el psicoanálisis, la literatura, la filosofía, la psicología, se plantean problemas fundamentales como la constitución de los vínculos, la condición de posibilidad y la dificultad de la escucha, la posibilidad de pensar las emociones sin oponerlas a la razón. Se va a tratar en parte de poder pensar desde la singularidad de la experiencia. Pero más allá del hecho de que cada participante del ciclo pertenece a áreas disciplinares distintas, lo que es interesante es que ninguno de ellos me parece reductible a un ámbito disciplinar. De ahí que quizás se pueda producir un encuentro, pues para encontrarse hay que estar un poco afuera (en el lugar de la infancia…).»

 


 

Para más detalles sobre la programación e inscripciones, puedes seguir el siguiente enlace.